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Depresión en el talento humano en salud. Un enemigo al acecho

Decaimiento del ánimo, reducción de la energía, disminución de la actividad, deterioro en la capacidad de disfrutar, el interés y la concentración, cansancio frecuente, perturbación del sueño, cambios en el apetito, baja autoestima, pérdida de confianza en sí mismo, ideas de culpa o inutilidad; son algunos de los síntomas de un trastorno del que mucho se habla, a veces sin demasiada rigurosidad, pero que ha venido en aumento, pasando a ocupar un lugar preponderante en una de las principales problemáticas de salud mental de nuestros tiempos: La depresión.

La reciente pandemia del COVID-19 también ha estado relacionada con el aumento en el número de personas que padecen depresión entre la población general a nivel mundial, debido a los efectos negativos generados por el aislamiento en la salud mental, traducidos principalmente en afectaciones psicológicas provocadas por las restricciones en la movilidad, las limitaciones de las interacciones sociales y las interferencias en el desarrollo de actividades laborales, que generaron sensaciones de tristeza, soledad y deterioro en las redes de apoyo.

Ni hablar de quienes tuvieron un contacto directo con el virus, pacientes que lo padecieron directamente y sufrieron alguna secuela más o menos permanente o crónica para su salud, familiares que perdieron a sus seres queridos a causa de la enfermedad y el talento humano en salud que estuvo no solo  en la primera línea de atención afrontando el riesgo de ser contagiado y contagiar a sus propios familiares, sino que además experimentaron una alta carga laboral, excesivas jornadas de trabajo, no siempre remuneradas de una manera justa, pacientes fallecidos, eventos médicos adversos, entre otros factores dispararon, también, los índices de depresión en estas poblaciones.

Si bien la depresión afecta a la población en general, y dicho trastorno puede originarse por diversas causas como componentes hereditarios, cambios químicos en el cerebro, alteraciones del sistema nervioso central, entre otras, nos centraremos en cómo ha afectado al talento humano en salud a partir de causas psicológicas como las mencionadas en el apartado anterior. Hay ciertas situaciones que, adicional a las condiciones inherentes a la labor del profesional, pueden relacionarse con la aparición de depresión en diferentes niveles, nos referimos a los eventos médicos adversos, especialmente aquellos que generen consecuencias graves o irreversibles para los pacientes, casos en los que si no se realiza un adecuado abordaje y acompañamiento al profesional pueden ser la puerta de entrada a un episodio depresivo al generar inicialmente en el talento humano en salud involucrado, ideas de culpa y pérdida de confianza en sí mismo y posteriormente, según las consecuencias asociadas al mismo, una serie de temores y preocupaciones por su futuro personal y profesional.

Aun cuando es evidente que una situación de esta naturaleza generará un impacto emocional significativo para cualquier profesional de la salud que llegase a verse involucrado, es importante considerar que no necesariamente en todos los casos va a implicar una reacción patológica como lo sería un trastorno depresivo; si se explora la génesis de la depresión se encontrará en ella una emoción característica como la tristeza, que como cualquier otra emoción cumple una función adaptativa la cual, en este caso, consiste en captar la atención y el cuidado de los demás y se constituye en una forma de comunicación ante situaciones de pérdida (de un paciente, de la confianza en sí mismo temporalmente, del empleo mismo), así como una forma de conservar la energía para afrontar procesos de adaptación posteriores.

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Así mismo, en este intento de visualizar cómo evitar que la tristeza se convierta en depresión, vale la pena tener en cuenta factores individuales que juegan un papel importante, por ejemplo, se plantea que desde el punto de vista cognitivo la depresión está relacionada con la forma en que el individuo interpreta los acontecimientos que le suceden y que los estilos y estrategias de afrontamiento, con los que cada persona cuente, frente a situaciones difíciles o estresantes van a ser determinantes en su evolución posterior.

Sobre estos conceptos, cabe precisar que el afrontamiento es un esfuerzo que la persona lleva a cabo para manejar o tolerar las situaciones que se identifican como potenciales generadores de estrés y se vale para ello de los estilos y las estrategias. Los estilos de afrontamiento son predisposiciones personales estables y consistentes, asociadas a la estructura de la personalidad, mientras que las estrategias son procesos específicos que se usan de acuerdo a cada situación y son variables según el agente estresante al cual la persona esté expuesta; a su vez, dichas estrategias se clasifican en activas y pasivas, siendo las activas las que contribuyen de mejor manera a evitar que la persona caiga en un trastorno depresivo. A continuación, algunos ejemplos:

Estrategias de afrontamiento activas  Estrategias de afrontamiento pasivas
Modificar la situación (cuando sea posible)  Evitación y negación del problema  
Modificar el significado de la situación  Imaginar y escapar a una realidad “no estresante”  
Búsqueda de apoyo emocional  Evitación del contacto con familiares y amigos  
Liberación y expresión de emociones  Pensamientos de autocrítica y autoinculpación  

Adicional a los estilos y estrategias de afrontamiento, también será importante lo que ocurra en el entorno más próximo del profesional involucrado en un evento médico adverso, en este caso lo que suceda en el contexto institucional también aportará a que la vivencia de tristeza derive o no en un trastorno depresivo. Específicamente, la existencia de un protocolo de acompañamiento al profesional para estos casos, la actitud y apertura de los pares para escuchar y contener a la persona, la disposición para respaldar o reemplazar al médico para dar noticias con un alto grado de complejidad al paciente o sus familiares en caso de ser necesario, o la posibilidad de tomar días de descanso, posterior al evento si así lo requiere, pueden ser elementos valiosos que contribuyan a una mejor elaboración y resolución de la situación.

A la inversa, ambientes institucionales donde el profesional se enfrente, por ejemplo, con actitudes de juicio por parte de compañeros y superiores, falta de apoyo o acompañamiento en interacciones potencialmente difíciles con pacientes y familiares o inflexibilidad para acceder a permisos o días de descanso que le permitan recuperarse, pueden generar una mayor carga emocional en el profesional posibilitando que la tristeza, que en un primer momento era adaptativa, se torne patológica y se constituya en el punto de partida para un trastorno depresivo.

Cuando el profesional de la salud llega a padecer un trastorno depresivo, bien sea por haber estado inmerso en un evento médico adverso o por alguna otra condición estresante de índole laboral o personal, es importante que tenga en cuenta algunas recomendaciones descritas a continuación:

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La depresión es un problema de salud mental y debe ser asumido como tal: Muchas personas que la padecen experimentan adicionalmente sentimientos de culpa y frustración porque en el imaginario social existe la idea de que la depresión se asocia con debilidad, incapacidad para hacerse cargo de su propia vida o vulnerabilidad frente a los demás, como si bastara simplemente con un acto de voluntad para superarla; nada más alejado de la realidad, pues se trata de un trastorno del estado del ánimo que requiere de un tratamiento específico como cualquier otra enfermedad, y si bien es cierto se requiere del mayor compromiso y adherencia por parte del paciente también es indudable que necesita del acompañamiento por parte de profesionales en  salud mental.

Combinación del tratamiento farmacológico con psicoterapia: El abordaje específico para tratar la depresión dependerá de la situación y necesidades de cada paciente. En muchos casos será posible la indicación de tratamiento farmacológico con antidepresivos que contribuyan a estabilizar los neurotransmisores encargados de regular el estado de ánimo; la recomendación es que el uso de estos fármacos se alterne con tratamiento psicoterapéutico que permita al paciente la elaboración de las situaciones estresantes o eventos traumáticos que hayan podido dar origen a la depresión. Ambas intervenciones son importantes y complementarias, demandando la mayor implicación y disciplina por parte del paciente hasta que sea necesario, dependiendo tanto de la remisión de los síntomas como del concepto profesional del psicólogo y/o psiquiatra que le esté acompañando.

Fortalecer las redes de apoyo: La soledad, la sensación de abandono y el sentir que no existe alguien que le comprenda o por lo menos le escuche son vivencias que se encuentran presentes en la mayoría de desenlaces fatales de pacientes que padecen depresión. Por tal motivo, es de vital importancia el fortalecimiento de las redes de apoyo, contar con familiares y amigos cercanos que estén en capacidad de contener emocionalmente, escuchar, comprender sin juzgar y en general acompañar en los momentos emocionalmente más difíciles del cuadro depresivo, aun cuando por la misma naturaleza de la enfermedad habrá períodos en los cuales la persona no desee hablar, actitud que también deberá ser respetada y comprendida.

Hábitos que pueden evitar recaídas: Una vez los síntomas han remitido y la persona siente haber retornado a un estado anímico más estable, es importante practicar algunos hábitos que pueden contribuir en cierta medida a evitar futuras recaídas, una alimentación saludable y balanceada, rutinas de sueño regulares que posibiliten el descanso según las posibilidades, practicar alguna actividad física con cierta frecuencia, destinar tiempo para divertirse y llevar a cabo actividades placenteras son algunos ejemplos. Así mismo, es importante destacar que al ser imposible evitar totalmente las situaciones estresantes en el ejercicio de las profesiones y ocupaciones de la salud, se recomienda hacer uso de estrategias de afrontamiento activas que permitan resolverlas de la mejor manera.

Referencias:

1.            Sepulveda-Vildosola, A.; Romero-Guerra, A.  y Jaramillo-Villanueva, L. Estrategias de afrontamiento y su relación con depresión y ansiedad en residentes de pediatría en un hospital de tercer nivel. Bol. Med. Hosp. Infant. Mex. [online]. 2012, vol.69, n.5 [citado  2023-03-22], pp.347-354. Disponible en: <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-11462012000500005&lng=es&nrm=iso>. ISSN 1665-1146.

2.            Sanabria-Mazo, J. P., Useche-Aldana, B., Ochoa, P. P., Rojas-Gualdrón, D. F. y Sanz, A. (2021). Impacto de la pandemia de COVID-19 en la salud mental en Colombia. Editorial CES. 75-80

3.            Piqueras-Rodríguez, J; Martínez-González, A; Ramos-Linares, V.; Rivero-Burón, R., et al. Ansiedad, depresión y salud. Revista Suma Psicológica. 2008 (15):43-73.

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esperanza ramirez
13 octubre, 2023 7:20 am

importante tema ,la desigualdad laboral ,los bajos salarios obliga al trabajador de salud a trabajar en varias empresas mas de 2 empleos ,in garantizar estabilidad laboral, así el trabajador no tiene descanso ,tiempo para el su familia , es objeto de productividad, son las consecuencias de la depresión del talento humano muy olvidado por los gerentes y la misma sociedad. ,

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