ISSN-e: 2745-1380

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Una visión personal, profesional y literaria sobre el aborto

No es posible ser médico en Colombia y estar al margen de un asunto como el aborto. En lo personal, lo conozco como estudiante, profesional, familiar, vecino, ciudadano, especialista en ginecobstetricia y, ahora, como escritor profesional.

Y en mis “treinta y punta” largos años de ejercicio he podido apreciar el impacto personal, familiar y social, bordeando los asuntos de salud pública, de salud mental y sus implicaciones médico legales.

Durante la época en que no existían drogas para producir abortos de manera segura y con mínimo impacto sobre la salud, estos se provocaban de manera clandestina mediante curetajes (aborto criminal o instrumentado) en consultorios o clínicas pequeñas, realizados por médicos, con pocas complicaciones. Era una práctica clandestina muy rentable; ante el desespero de mujeres con embarazos no deseados y con el fin de percibir ganancias, empezaron a realizarlos en sitios improvisados como peluquerías, salas de masajes. No tenían anestesia, les aplicaban sondas, ganchos de ropa, cordones de tenis untados de gasolina, colinos de cebolla, lápices o inyectaban líquidos por el cérvix, ocasionando terribles complicaciones (abscesos pélvicos, septicemias, perforaciones viscerales que dejaban colostomías de por vida, incluso muertes)

Fui testigo de esta epidemia que impactaba la población estudiantil de mis años de juventud.

Me ha interesado tanto el asunto, que escribí una novela sobre el tema. Se llama El Expediente Monaguillo, y es protagonizada por mi detective literario Joaquín Tornado, que tiene una saga en la colección Policías y Bandidos de la Editorial UPB.

Les resumo dos de las situaciones que se referencian en la narración:

Acerca del doctor Monaguillo: cuenta su leyenda que practicaba abortos y que, a falta de un quirófano, se llevaba las pacientes para diferentes moteles de la ciudad. Citaba la paciente, se iban en su carro y llegaban fingiendo que eran pareja. Sin testigos, realizaba tranquilo sus procedimientos. Rotaba los escenarios para no dejar un rastro —paranoico, como era—.

Decían que se ponía bigote falso y una peluca, por si eran ciertos los mitos urbanos de que en los moteles filmaban a las parejas para vender las películas. Ya adentro, él mismo le ponía un suero a la paciente y le inyectaba anestesia para realizar el procedimiento. Al terminar, esperaba que la paciente despertara y partían sin novedad como una pareja satisfecha. Un día, una chica hizo una reacción letal a las drogas, o se broncoaspiró, o hizo un espasmo laríngeo; lo cierto fue que se le murió en la habitación. Quedó espantado, abrumado, presa del terror. No tenía con qué reanimarla, no contaba con ese percance y en su larga experiencia nunca le había pasado. Sin embargo, canchero y calculador como era, se tranquilizó, no había nada más qué hacer y empezó a tramar cómo salir del problema.

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¡Qué problema para deshacerse del cadáver! El cuento se regó y empezaron a especular. Unos cuentan que lo tiró al río Medellín, otros que lo llevó a unas urgencias y la dejó en la portería, otros dicen que con influencias lo regaló a la morgue de una facultad, pero lo cierto fue que lo llevó a un centro de salud, entrando por el garaje y diciendo que se le había desmayado dentro del consultorio, contando con que sus compañeros iban a encubrir la muerte y la certificarían como un infarto o algo similar. Hasta aquí les cuento el caso, para no develar la trama.

La otra es el testimonio de una investigadora:

Una vez nos tocó un operativo contra una clínica de abortos. En esa época no había Fiscalía, eran las inspecciones de policía. Había un médico que hacía 4 y 5 abortos diarios, en pleno centro, casi ni disimulaba. Al parecer, iba teniendo varias complicaciones, pero nadie lo denunciaba, eran solo rumores, “el run-run”. Hasta que una inspectora se le metió de frente: se disfrazó de paciente y con una grabadora en el bolso le dijo que tenía un atraso menstrual, él le mandó un examen, ella volvió y le mostró una prueba de embarazo falsa, marcada con su nombre, ella se puso a llorar y le dijo que no podía tenerlo, que no era de su marido y que como fuera lo tenía que interrumpir. El médico la tranquilizó y le dijo que no se preocupara, que él le iba a ayudar. Le explicó cómo iban a proceder, le hizo un presupuesto, “un billetal” para la época, le pidió la mitad por adelantado y la citó para un cubículo que tenía en otra oficina del mismo piso, que no tenía aviso ni nada, donde hacía los procedimientos y dejaba a las pacientes acostadas en una silla reclinomática mientras se recuperaban y el seguía atendiendo a su clientela.

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Al otro día fue sola, la recibió la secretaria, le pidió el resto del dinero, la llevó a la otra oficina y la preparó para lo programado. En esas apareció el médico, muy amable, pero como de afán y cuando le iban a aplicar la droga en la vena para hacerle el procedimiento, la inspectora, acostada en la camilla, sin ropa y con una batola médica sacó del bolso su pistola y la placa oficial y le dijo que estaban detenidos, que todo había quedado grabado y toda esa carreta que se dice en esos casos. Había tenido el cuidado de dejar el bolso cerquita y ellos nunca sospecharon. Yo estaba de encubierta, había pedido una cita como paciente y fui con un compañero que era supuestamente mi esposo. La inspectora nos llamó por el transmisor y caímos de una, no sabía cuál de todos estaba más asustado. Para acabar de ajustar, el tipo ofreció plata, lo que “enchichó” más a la doctora, al punto de sacarlo esposado delante de la sala de espera, que estaba atestada de gente. Estaba tan brava, que se le olvidó que estaba con la bata puesta, con la nalga al aire y la tuve que parar para que se vistiera.

En fin, dejo los asuntos técnicos para ser tratados por diferentes expertos. Hoy solo quería alimentar el debate con mi experiencia, además de médico, como escritor.

Referencias

  1. Restrepo EA. El expediente monaguillo. Medellín: Editorial UPB: 2021.
  2. Macías LF. El expediente monaguillo y la madurez de Emilio Alberto Restrepo como escritor de novela negra [internet]. 30 de diciembre de 2021 [citado: 1 de julio de 2022]. Disponible en:

http://joaquin-tornado-detective.blogspot.com/2022/01/el-expediente-monaguillo-y-la-madurez.html

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