El paso de la especie humana por este maravilloso planeta Tierra ha dejado una desastrosa y al parecer, irreparable huella ambiental como consecuencia de los grandes avances y desarrollos requeridos en la búsqueda constante de mejores condiciones de vida para garantizar nuestra supervivencia. Hemos visto cómo ha sido el crecimiento y la expansión de las comunidades y su relación con la destrucción de fuentes acuíferas, tala de bosques, minería indiscriminada, la gran pérdida de suelos fértiles, y la generación de toneladas de desechos que se depositan por largos periodos afectando los microsistemas, la flora y la fauna.
De hecho, se ha considerado el periodo posterior al inicio de la revolución industrial, siglos XVIII -XIX, como el que más incrementó este daño colateral; la masificación del uso de combustibles fósiles produjo un aumento en los niveles atmosféricos de dióxido de carbono de 280 ppm a casi 400 ppm. Es cierto que el dióxido de carbono es parte de los gases necesarios para atrapar energía solar y facilitar la vida en la tierra, sin embargo, este incremento, sumado a la aparición de otros gases que generan un efecto similar sobre la temperatura terrestre, conocidos como “gases de efecto invernadero”, comparten responsabilidad en la elevación de la temperatura global en 1,1°C desde finales del siglo XIX, fenómeno que se ha asociado a cambios naturales significativos y desastres, este es el mencionado cambio climático que ha traido como consecuencia una serie de afectaciones como sequías, escasez en las fuentes hídricas, incendios forestales, deshielo y aumento del nivel del mar, inundaciones y tormentas catastróficas, entre otros, los cuales dejan como resultado final una alteración en las condiciones y recursos disponibles para la supervivencia básica.
El interés por intentar detener los efectos del cambio climático y el calentamiento global inicia hacia finales del siglo XX; es la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que recomienda durante la “Cumbre de la Tierra” de Rio de Janeiro (1992), implementar estrategias dirigidas a detener el cambio climático, éstas se basaban en la necesidad de adoptar medidas para reducir la producción de gases de efecto invernadero. Dichas medidas fueron nuevamente planteadas con el protocolo de Kioto (1997), pero implementadas solo hasta el año 2005. Sin embargo, es finalmente, con el Acuerdo de París, adoptado el 12 de diciembre de 2015 por 196 países, durante la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP21) que se consolidan. Es así, como se plantean 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS) y se ratifica la necesidad del compromiso global en contra del cambio climático, haciendo un énfasis muy importante en aportar al desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza mundial.
Definitivamente es necesario mejorar la capacidad de adaptación de las poblaciones a los efectos del cambio climático, haciéndolos más resilientes y menos vulnerables. Pero para poder detener el calentamiento global a 1,5 °C, las emisiones de gases de efecto invernadero deben alcanzar su punto máximo antes de 2025 como máximo y disminuir un 43 % para 2030, con la estrategia más fuerte dirigida al control, eliminación y generación de alternativas al uso de gases de efecto invernadero.
No cumplir esta meta, implica un aumento del riesgo de sufrir el impacto de sequías, olas de calor, lluvias más frecuentes y severas, que generarían un incremento de patologías relacionadas con el cambio climático y una morbilidad y mortalidad desproporcionada para el año 2050.
El sector salud y su responsabilidad
Nuestra labor y responsabilidad específica en el cumplimiento de los ODS es el objetivo número 3: “Salud y bienestar”, éste propone generar una vida sana y promover el bienestar para todas las poblaciones. No se puede desconocer cómo este gran reto se ha venido cumpliendo a nivel mundial con la evolución de las ciencias de la salud, el incremento de la esperanza de vida de 66,8 años en el año 2000 a 73,3 años en 2019 y la disminución de la mortalidad materna e infantil; hitos que han sido importantes, pero aún se deben mejorar y dirigir esfuerzos para poder estar en tasas similares a países de altos ingresos.
De igual manera, se acepta que se deben optimizar algunos aspectos relacionados con acceso y cobertura, por ejemplo, el 30 % de la carga global de enfermedad puede requerir atención o manejo por un especialista quirúrgico. Es por esto que también se deben resaltar los esfuerzos dirigidos a aumentar el acceso a la atención quirúrgica, obstétrica y anestésica, siempre y cuando éstas sean oportunas y seguras. Estas metas también se vieron afectadas por la pandemia por COVID 19, la cual además de su gran impacto global con casi 7 a 9 millones de muertos, demostró una serie de debilidades de todos los sistemas de salud, pues se vio comprometida la capacidad de respuesta y cobertura con la escasez de insumos, medicamentos, camas de hospitalización y de cuidados intensivos y lo que es más crítico aún, el valioso recurso en salud, es decir el recurso humano, impactando el avance de tareas para el cumplimiento de los ODS.
Acorde a la publicación de Pichler P, sobre la comparación de los sistemas de salud en una muestra de 36 países, se encontró que éstos son responsables en promedio del 4,4 % de la huella de carbono, es decir, que generaron la emisión de 1,6 Gt de CO2 en 2014. Según este resultado para poder mejorar y disminuir este impacto en producción de carbono o equivalentes, se requeriría una emisión de cero carbón en los años venideros para poder cumplir en el 2030 y 2050. Por supuesto, no se pueden detener o suprimir la prestación de servicios de salud, al contrario, se deben aumentar las capacidades de atención médica, así como la quirúrgica, de este modo, ¿implicará un incremento en esta producción de CO2 o sus equivalentes?
Este es el gran reto para poder integrar los esfuerzos para cumplir los 17 ODS y en este caso, para el sector salud lograr el objetivo 3, “Salud y bienestar” ajustado a los parámetros y recomendaciones que implican una reducción significativa en esta carga de CO2. Es necesario analizar cada eslabón involucrado en la cadena logística de la prestación de servicios para los sistemas de salud, también considerar las modalidades de prestación de atención médica que afecten menos la carga de carbono en los diferentes procedimientos médicos o en una simple consulta de reformulación por video llamada y evitar desplazamientos de personal asistencial y de pacientes, concepto que se puede aplicar también para reuniones, eventos académicos o administrativos. Definitivamente el impacto del uso de combustibles fósiles y de gases efecto invernadero, será la principal meta a controlar en todos los componentes del sistema; el transporte aéreo, marítimo, terrestre así como otros eventos que impliquen el uso de estos productos, requiere el principal esfuerzo y poder hacer la transición por energías más limpias, sin embargo, el cambio de estos sistemas implica una gran inversión económica la cual debe ser inmediata, pero se necesita sin duda de una inversión billonaria (aproximadamente los países de altos ingresos deben aportar 100.000 millones de dólares anuales a los países de mediano y bajos ingresos para que así ellos puedan adaptar e implementar modelos económicos sostenibles).
El compromiso que se debe asumir, requiere involucrar el tema de sostenibilidad y huella de carbono en la toma de decisiones de los diferentes procesos de los agentes involucrados en la prestación de servicios de salud. Se debe conocer la información del efecto en la generación de carbono por medicamentos y dispositivos médicos en sus fases de producción, empaque, almacenamiento, transporte, administración y desecho de residuos. Por ejemplo, el uso de dispositivos desechables se ha incrementado significativamente en las últimas dos décadas, pero definitivamente la pandemia por COVID 19, incrementó el consumo de estos dispositivos en especial en todas las áreas para atención de estos pacientes, así como en las áreas de expansión de hospitalización y cuidados intensivos.
En el Reino Unido se llegó a documentar hasta un incremento de desechos plásticos del 4 al 23% debido a la pandemia. Aún se generan discusiones sobre la necesidad de establecer cuál debe ser el tipo de uso de algunos dispositivos médico quirúrgicos y también de campos y ropa quirúrgica, entre otros, es decir si se debe continuar con modelos de re esterilización o definitivamente cambiar por aquellos de no reuso (desechables).
Se ha analizado lo que representa cada uno de estos dos tipos, por ejemplo, al comparar el impacto en la huella de carbono que producen, el uso de máscaras laríngeas reutilizables con máscaras desechables, se demostró que el efecto era peor con las desechables que con las que requieren proceso de re esterilización. Esto se ha reafirmado recientemente, los equipos reutilizables casi siempre se asocian con un menor impacto ambiental y costos más bajos en comparación con los desechables de un solo uso, tendiendo a ser una recomendación para implementar en todas las áreas asistenciales.
Sin embargo, debemos aceptar que, en algunos escenarios o procedimientos, se deberá continuar con dispositivos desechables; en estos casos, se debe optar por la implementación de políticas de reciclaje, lo cual puede mejorar el efecto que estos producirían por mal manejo; se calcula que se puede llegar a reciclar aproximadamente el 25% de los desechos de los quirófanos y el 15% de los desechos de cuidados intensivos. De igual manera, la creación de comités institucionales que trabajen no solo en políticas relacionadas con los productos utilizados en la prestación de servicios, sino que también incluyan otras acciones transversales, como puede ser la iniciativa de «Apagado de dispositivos”, para apagar todas las luces y equipos de anestesia y quirófano que no están en uso ha resultado en ahorros de $ 33,000 año y una reducción de 234.3 toneladas métricas de emisiones de CO2 por año. Otra experiencia en quirófanos implicó cambiar la técnica de lavado de manos con agua y jabón quirúrgico por una técnica con exfoliante sin agua a base de alcohol, con esta última se demostró un ahorro potencial de 2,7 millones de litros de agua al año y así como éstas, las estrategias de cero papel en todo el proceso quirúrgico desde la boleta de cirugía hasta la formulación del paciente representarán un beneficio para estos modelos en pro de la sostenibilidad.
Tenemos un gran reto, cumplir nuestra misión sanitaria, incrementar capacidades y garantizar la disminución de las emisiones de carbono y optimización de recursos en el proceso. Mantener un adecuado balance para lograr el cumplimiento de estos ODS, pero con la responsabilidad primordial que enmarca al personal médico y paramédico en la cual no se debe comprometer la calidad, ni la oportunidad de la prestación de atención médica o afectar los diferentes programas de salud pública de cada país, el personal sanitario mantendrá firme su compromiso y responsabilidad “PRIMUN NON NOCERE”.
Referencias
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