Intervención del doctor Javier López en el II Simposio de seguridad de la S.C.A.R.E
La expresión latina, de origen griego Primum non nocere, “Lo primero es no hacer daño”, es una premisa atribuida a Hipócrates —padre de la ética médica—, concebida en el contexto de la medicina como una máxima aplicable que denota, por extensión de la palabra, que la seguridad del paciente y su bienestar siempre serán la prioridad y estarán por encima de cualquier situación; así lo contempla también el Juramento hipocrático, como la esencia del ejercicio profesional de quienes tienen por vocación y profesión estar al servicio de los demás.
Ahora bien, cuando hablamos de seguridad del paciente como principio fundamental en la atención sanitaria, automáticamente y en paralelo, nos remitimos al análisis de todo hecho o acción que se traduzca en un daño para el paciente, atribuible a la prestación del servicio, respondiendo así a lo que conocemos como, evento adverso (EA). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un evento adverso es el resultado de una práctica clínica, de procedimiento o de sistema, que de manera no intencional repercute en un daño al paciente. Este es un problema de salud pública que influye en gran escala en las prácticas en las instituciones prestadoras de servicios de salud en el mundo.
De ahí la importancia de establecer lineamientos y pautas de acción para la construcción de políticas institucionales encaminadas a la prevención, identificación y mitigación de los EA. Dicho esto, han surgido iniciativas como el proyecto IBEAS (Estudio Ibero Americano de Eventos Adversos), en el cual participaron Colombia, Costa Rica, Perú, y Argentina, para medir en América Latina el impacto de los EA, establecer cifras de prevalencia, gestionar acciones para la detección de situaciones recurrentes y desarrollar metodologías de gestión propias, comparables con prácticas de acción internacionales de éxito.
Entre los hallazgos destacables de este estudio con corte a 2019, encontramos: 1. Una de cada diez personas sufren daños mientras reciben atención hospitalaria, situaciones que son prevenibles hasta en un 50 % de los casos. 2. Los EA por falta de seguridad en las prácticas clínicas representan una de las principales causas de muerte y discapacidad en el mundo; según la OMS, al año se producen cerca de 134 casos de EA con un resultado superior a 2,6 muertes. 3. Cuatro de cada diez pacientes sufren daños en la atención primaria. 4. Al menos uno de cada siete dólares del sector salud se gasta en el tratamiento de los daños hospitalarios, lo que representa billones de recursos desperdiciados. 5. Los diagnósticos incorrectos o tardíos son una de las causas más frecuentes de daño a los pacientes. 6. Cada año mueren más de un millón de pacientes por complicaciones posquirúrgicas, lo que sitúa las cirugías como una de las prácticas que mayor morbilidad y mortalidad generan.
Ahora bien, el tema fue abordado recientemente en el II Simposio de seguridad de la S.C.A.R.E, encuentro académico en el que doctor Javier López Agudelo, médico cirujano con maestría en Salud pública y especialización en Auditoría en salud, habló sobre las “Metodologías para el análisis e intervención del evento adverso”.
En su intervención resaltó la importancia de tener en consideración seis conceptos claves para el abordaje del evento adverso. En primera instancia, el acceso: variable de calidad relacionada con las barreras para el uso de los servicios de salud; oportunidad:momento de atención y profesional a cargo del tratamiento de la condición clínica; pertinencia clínica y administrativa: grado en el cual el paciente recibe la atención que requiere, según su patología o condición clínica y de acuerdo con la mejor evidencia científica disponible; continuidad:la posibilidad de recibir sin interrupciones el tratamiento requerido;adherencia a prácticas seguras:prácticas con evidencia científica que han logrado avances e innovaciones en seguridad del paciente y se implementan como políticas institucionales;y comportamiento del paciente y su familia:derecho a la intimidad, cultura, creencias y valores, elementos de contexto fundamentales para entender el EA.
Es válido aclarar que el evento adverso puede catalogarse como prevenible y no prevenible. El EA prevenible, como su nombre lo indica, se refiere a una situación no deseable causada por el incumplimiento de los estándares de cuidado asistencial y que se pudo haber evitado. Por otra parte, los EA no preveniblesson aquellos desenlaces no deseables —daño para el paciente— que se presentan a pesar de haber cumplido todas las políticas y protocolos de calidad de la atención y seguridad del paciente; es decir, que el evento se presenta como una consecuencia de la atención en salud, sin que se hayan cometido errores. Por lo tanto, para clasificar el evento adverso ocurrido se analizan dos variables: el error y el daño, factores que permiten determinar si estamos ante un incidente (error sin daño), un evento adverso prevenible (daño atribuible a uno o más errores), un evento adverso no prevenible (daño atribuible a la atención, pero no a errores).
Dicho lo anterior, para el estudio de los eventos adversos se deben tener en cuenta tres aspectos fundamentales: 1. Identificar la causa raíz: estudio destinado a detectar las causas principales y subyacentes de los EA para proteger a los próximos pacientes, mediante la modificación de los factores de riesgo encontrados; 2. determinar las causas adicionales: en este aspecto se verifican y analizan otros factores que, al ser intervenidos, pueden contribuir a prevenir la recurrencia e incidencia del EA; y 3. orientar acciones de mejora: como su nombre lo indica, permiten trazar planes de acción en aras de mejorar la prestación del servicio y evitar EA prevenibles.
Es pertinente recordar que el estudio de los eventos adversos responde a la necesidad identificada en el sector salud por la OMS a finales de la década de los noventa, con la creación de grupos de trabajo interdisciplinarios enfocados en la evaluación y diagnóstico de prácticas correctas e incorrectas en relación con la seguridad del paciente.
Modelos de investigación y análisis de EA estandarizados en salud
- Protocolo de Londres. Este modelo de análisis de EA surge como la actualización del protocolo para investigación y el análisis de incidentes clínicos, orientado a servir como guía práctica para facilitar la investigación objetiva de un evento, mediante la evaluación de cuatro variables claves: cultura organizacional —procesos organizacionales, decisiones gerenciales—; factores contributivos —condiciones del paciente, procesos, personal, equipo involucrado, entorno— acciones inseguras—errores por acción, omisión o violación de protocolos— y barreras y defensas—físicas, administrativas, humanas y naturales—.
- Planilla para análisis causal (JCI). Este es un instrumento de investigación institucionalizado, creado en Joint Commission International (JCI),y contempla nueve áreas o variables de análisis para identificar las causales del EA: 1. análisis detallado del proceso de atención; 2. gestión del Talento Humano en salud y las políticas de seguridad y salud en el trabajo; 3. gestión del ambiente físico y la logística; 4. gestión de la información; 5. comunicación y coordinación entre los integrantes del equipo de salud; 6. comportamiento del paciente, su familia y acompañantes; 7. factores no controlables del entorno; 8. variaciones especiales; y, 9. otros factores. Este modelo favorece un análisis sistemático que ayuda a identificar la causa raíz, luego de valorar integralmente los hallazgos del caso (hechos y datos), lo que finalmente facilita la generación de propuestas de acciones correctivas.
- Método AnCla. Este modelo de investigación, que proviene de las prácticas de la aviación, parte de un análisis y clasificación del evento y contempla dos grandes fases de análisis. La primera, que debería incluirse en todos los modelos de investigación, según el experto, es una fase de aproximación inicial; incluye la clasificación del evento y la obtención de la información. La segunda fase, más detallada y completa, es de investigación sistémica del evento, que contempla los actos inseguros, las precondiciones facilitadoras, las causales de supervisión inadecuada, el estudio de los temas organizacionales y la legislación del estado. Para algunos, este es uno de los modelos de análisis más dispendiosos, pero de los más efectivos, también.
- Modelo SHELL. Es uno de los modelos de investigación de eventos más usados en el análisis de incidentes serios en la industria petrolera y en centrales nucleares. Esta metodología explora las interacciones entre los componentes de la actividad, y parte del involucramiento de cinco variables: 1. tecnología blanda —procesos, protocolos, directrices, procedimientos e información del caso—; 2. tecnología dura —equipos tecnológicos de la salud—; 3. ambiente; y, por último, dos variables de suma importancia: 4. factor humano individual y 5. factor humano grupal —comunicación y coordinación de los integrantes de los equipos de salud—.
«La expresión latina, de origen griego Primum non nocere, “Lo primero es no hacer daño”, es una premisa atribuida a Hipócrates —padre de la ética médica—, concebida en el contexto de la medicina como una máxima aplicable que denota, por extensión de la palabra, que la seguridad del paciente y su bienestar siempre serán la prioridad y estarán por encima de cualquier situación; así lo contempla también el Juramento hipocrático, como la esencia del ejercicio profesional de quienes tienen por vocación y profesión estar al servicio de los demás.»
Los protocolos mencionados se dividen en componentes y factores que, una vez analizados con base en hechos y datos, permiten llevar a cabo un análisis estandarizado de los eventos adversos, en aras de generar acciones correctivas. Lo ideal, según Javier López, es que en cada organización se emplee bien una o máximo dos herramientas de investigación de evento adverso, dadas las necesidades particulares del caso por investigar y el entorno.
Ahora bien, según lo explicó el doctor López, después de un análisis profundo e integral del diagnóstico del evento, viene una segunda fase de acción: la etapa de intervención institucional, que a grandes rasgos cuenta con cinco componentes de acción, soportados en los modelos de acreditación y mejoramiento continuo, bajo un modelo PHVA (planear, hacer, verificar y actuar). La primera fase, es la de planeación,que básicamente se refiere a la documentación de todas las acciones por poner en práctica en el cierre de la brecha, para poder intervenir esa causa raíz; seguida por la implementación, que refiere a ejecutar las intervenciones de carácter estructural, y posteriormente, se da una fase de socialización y entrenamiento del personal, por medio de la etapa de capacitación. Recordemos que el Javier López cuenta con una especialización en Auditoría de salud, por ello, su recomendación al final de un proceso de diagnóstico e implementación de acciones correctivas es trazar un plan de monitoreo constante, que permita realizar un seguimiento sistemático al cumplimiento de las acciones implementadas; al final se deben analizar los resultados para definir si se logró cerrar la brecha y si se redujo la frecuencia de los eventos adversos, para poder intervenir oportunamente en posibles desviaciones.
Finalmente, es importante señalar que la prevención y tratamiento de los eventos adversos es un trabajo multidisciplinario, que requiere la intervención no solo de los profesionales a cargo de la atención de los pacientes, sino también del compromiso e intervención institucional. Ese trabajo en equipo es el camino para la búsqueda de la excelencia en salud.